Y es que los totorrones ya se están extinguiendo debido a la selva de cemento que los ha apartado definitivamente de la ciudad. Y como el progreso está llegando al interior del país, está ocurriendo lo mismo, sumado a la lucha que mantienen con los pájaros en la ley de la supervivencia.
En la finca de la señora Marissa De León, ubicada en Arraiján, se observó a un totorrón y se le pudo fotografiar. Ella manifestó que antes era común ver montones de ellos, explicó que, a la sombra de los árboles de guaba, enterradas permanecen las larvas, y que durante una noche dejan la muda y siempre salen para época de Semana Santa.
De León recordó cuando de niña jugaba con las mudas de los totorrones.
Otras personas manifestaron que como todo chiquillo necio, había quienes los agarraban, les amarraban un hilo y se iban caminado y el totorrón volando.
Para las personas más adultas, el solo hecho de escuchar el canto de estos insectos les trae el recuerdo de los años de la niñez en el campo, donde la Semana Santa se vivía con respeto y obediencia.