tierra-adentro -
Cuentos de Tío Conejo
Hay recuerdos imborrables en la mente de muchos panameños y, sobre todo, en aquellos que vivieron en la época cuando se alumbraba con guaricha y se escuchaban aquellos cuentos de Tío Tigre, Tía Zorra y Tío Conejo. Eran relatos vernaculares que transportaban a la niñez de aquella época a mundos desconocidos, pues existía mucha inocencia en aquellos tiempos. Pero no todo se ha olvidado, muchos niños interioranos aún escuchan estos cuentos, relatados por abuelos, que no han perdido ni un detalle de tan famosos personajes. Eugenia Ojo manifestó que en su tierra de origen, El Platito de Las Minas, se acostumbraba todas las noches visitar las casas y se sentaban en los portales a echar cuento. Para que las nuevas generaciones tengan conocimiento de algunos, relataremos dos de Tío Conejo, contado por la señora Cenobia Mendoza y Otilia Vergara, quienes en sus comunidades, Quebrada del Rosario de Las Minas y de Sabanagrande de Los Santos, lo aprendieron de niñas. Tío Conejo y Tío Lobo Tío Conejo, un día estaba a la orilla de un charco y la media luna se reflejaba en el agua, y pasa Tío Lobo y pregunta: Ay, Tío Conejo, ¿ qué hace usted aquí? ¡Ah, pué, que me tiré allá, me comí la mitad del queso y dejé la mitad allá! ¡Joo!... Tío Conejo. ¿Cómo hiciste para sacar ese queso? Tío Conejo era muy hábil y le dice: ¡ah pué, me amarré unas piedras en los huevitos y viene Tío Lobo y lo hace, en eso Tío Conejo se ríe ja, ja, ja, chincha, chincha, Tío Lobo con los huevos quebraos, ja, ja, ja. Con Tío Gallo Tío Conejo pasaba todos los días por donde estaba Tío Gallo, y cada vez que pasaba, estaba Tío Gallo con la cabeza agachá
y viene un día y le dice: ¡Buenos días, Tío Gallo! ¿Cómo amanece usted?, que yo lo veo triste y con la cabeza pabajo. Luego Tío Gallo le responde: ¡aquí que tengo un catarro, le digo, y necesito un remedio, y Tío Conejo le dice que el remedio más bueno era cortarse la cabeza y lavársela para cortar el moquillo y así lo hizo. Relatos como estos se conservan, las nuevas tendencias tecnológicas no han podido reemplazar a los cuentos de antaño.
Etiquetas