"Nos ganamos el respeto de todos, respetando primero al rival y mostrando luego en el campo nuestras virtudes”, recordó en más de una ocasión el seleccionador Zlatko Dalic durante este torneo en Catar.
Ese es el espíritu de Croacia: un combinado humilde, rebosante de talento, consciente de sus orígenes y dispuesto a todo para hacer feliz a sus compatriotas. “Haremos todo lo que esté en nuestra mano para que los croatas se sientan orgullosos de nosotros.
Estamos aquí para pelear por ellos y puedo prometer que lo haremos sin escatimar esfuerzos”, declaró por su parte Luka Modric en vísperas de su primer compromiso en tierras cataríes, contra Marruecos.
Un jugador inmenso que ha sabido transmitir su carisma y liderazgo al resto del equipodejaba así de manifiesto, por si hiciese alguna falta,su apego a la camiseta.
La definición de una nación: Croacia
Tras finalizar la fase de grupos en segunda posición, por detrás del sorprendente Marruecos, Croacia se enfrentó a Japón en octavos de final y se impuso en la tanda de penales, gracias a tres atajadas de Dominik Livakovic. Ahora los Vatreni tendrán que verse las caras con uno de los principales favoritos al título: Brasil.
En cualquier caso, jugar con Croacia significa muchísimo para los pupilos de Dalic. Muchos de ellos no tuvieron una infancia fácil, debido a la guerra de los Balcanes que provocó la desintegración de Yugoslavia y, al mismo tiempo, el nacimiento de distintos países, entre ellos Croacia.
Luka Modric ha hablado en diversas ocasiones de su difícil niñez y defender hoy los colores de su nación le enorgullece como pocas cosas en el mundo. Pero lo mismo puede decirse de los demás jugadores croatas presentes en Catar y en cualquier otra parte.
Todo el mundo recordará lo cerca que se quedaron los Vatreni de alzar el trofeo en la última edición, en Rusia 2018: fue un sensacional periplo que llevó a la selección croata hasta la final que perdería contra Francia.
Un sueño roto, aunque esa medalla de plata lo significó todo para el pueblo croata: una gran multitud esperó al plantel a su regreso de Rusia para agradecer a cada jugador su esfuerzo en el campo y el resultado obtenido. Porque como dice Dalic, así es como se gana el respeto futbolístico.
Y otro gran ejemplo es la Croacia de 1998: un país que entonces había nacido muy pocos años antes y una selección nacional igualmente nueva que, sin embargo, tenía el objetivo de hacer que su pueblo se sintiera orgulloso.
Dicho y hecho: los balcánicos cayeron en semifinales ante —cómo no— Francia, que ganó con un doblete de Thuram, pero al final acabarían colgándose la medalla de bronce.
“Hicimos historia”, señaló Davor Suker, que en aquella ocasión ganó la Bota de Oro adidas tras marcar seis goles a lo largo del torneo (cifra que igualó Perisic con su gol contra Japón, en todos los mundiales disputados).
“El tercer puesto fue increíble para un país de cuatro millones de habitantes que sufrió tanto durante la guerra”, reiteró el goleador croata sobre lo logrado en aquel certamen.
Una historia dura para un país que ha tenido que luchar por su independencia fuera del campo y que ahora pelea sobre el césped para conseguir una alegría eterna.