Ali Bennaceur, el árbitro tunecino que concedió el gol con la "mano de Dios", volvió ayer a las canchas para arbitrar y rendir así tributo a Diego Armando Maradona, al que no solo considera el mejor jugador del mundo por su técnica y carácter si no como "el amigo eterno" que le visitó en su casa para agradecerle "el error más famoso de la historia del mundo".
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A sus 77 años, y pese a haber padecido dos operaciones de corazón, Benneceur tomó de nuevo el silbato y fue recibido entre aplausos en el terreno de la academia "Agfa By Coerver", campeona de la liga benjamín en la capital tunecina, donde se disputó la primera edición de la "Copa Maradona 2020" de fútbol infantil, en honor al Pelusa y al hombre que no vio a Dios tender su mano.
Organizada por la embajada de Argentina en Túnez en colaboración con la Agencia Efe, el partido reunió a decenas de personas que disfrutaron de un alegre y disputada jornada de fútbol que pretende se repita cada año en honor al diez argentino.
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"Tuve la suerte de arbitrar a los mejores jugadores de la historia, pero ninguno como Maradona. Era una persona muy especial sobre el terreno de juego", explicó Bennaceur a Efe antes de oficiar el sorteo de campos, saludar a los capitanes de ambos equipos, posar para la foto y dar la señal de inicio, como hiciera hace 34 años en el estadio Azteca de México.
La jugada de la eterna polémica
"Cuando vino a verme yo le dije que ese mundial no lo había ganado la selección Argentina, lo ganó Maradona", recordó entre decenas de aficionados, tunecinos y argentinos.
Bennaceur insiste desde hace años que el no vio la polémica jugada del gol con el puño "porque tanto Maradona como Shilton (portero de Inglaterra) estaban de espaldas" y que solo hizo lo que les había recomendado la Fifa en el cursillo previo al Mundial, "que confiáramos en la opinión del que estuviera mejor colocado".
Ese no era otro, según Bennaceur, que su linier búlgaro, Bogdan Dochev, quien no levantó la bandera para señalar infracción alguna, por lo que el tunecino concedió el tanto entre las protestas de los jugadores ingleses y de un Peter Shilton que no daba crédito.