Los panameños tendrán seguramente un nudo en la garganta cuando pisen el terreno para enfrentar a Bélgica en su debut absoluto en una Copa del Mundo: no estará con ellos Amílcar Henríquez, un jugador que le dio todo a su selección hasta llegar a ser un líder y que vio truncado su sueño de disputar un mundial al ser asesinado en plena eliminatoria.
Siempre lo llevamos en la mente y en el corazón, declaró el capitán del equipo Román Torres, quien afirma que Henríquez era un guerrero que dejaba la vida en la cancha.
Su asesinato en abril del año pasado fue doloroso y sigue siendo doloroso, uno lo extraña, agregó el técnico de Panamá Hernán Darío Gómez con los ojos llorosos. Con él peleaba muchas veces, pero Amílcar fue uno de los jugadores y de las personas que más hizo para que yo viniera a Panamá.
Henríquez, de 33 años, fue acribillado por desconocidos que dispararon desde un auto en marcha cuando el futbolista jugaba dominó con algunos amigos en su barrio en la provincia norteña de Colón. El ataque, ocurrido el 15 de abril del 2017, costó la vida a una segunda persona y dejó herida a otra.
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Era su sueño llegar al Mundial, dijo en entrevista telefónica Gixiani Peña, la viuda de Henríquez. Me decía nosotros vamos a ese mundial, primero Dios.
Muertes en el fútbol
El crimen, aún sin resolver, golpeó con dureza el fútbol panameño, que se nutre de jugadores de barrios marginales sacudidos por la violencia.
De acuerdo con datos oficiales, al menos una veintena de futbolistas, algunos de ellos retirados, han sido asesinados desde 1990. El más reciente se dio el martes 24 de abril, cuando el ex jugador de clubes locales Gilberto Salas fue abatido a balazos en un barrio de la capital.
Un jugador de la selección, el goleador José Luis Garcés, apodado el Pistolero, pasó un periodo en la cárcel por causar lesiones a una persona con arma de fuego.
La violencia es un reflejo de nuestra sociedad, dijo el entrenador inglés Gary Stempel, quien ha dirigido en Panamá y Guatemala. Estos jugadores humildes vienen de lugares de alto riesgo.
Inicios de su carrera
Henríquez nació en Colón, una de las provincias con los mayores índices de miseria y criminalidad en Panamá. En lo que va del año se han registrado en Colón al menos 18 crímenes, que según las autoridades tienen que ver más que todo con el tráfico de drogas.
El Bob, como se le llamaba a Henríquez, comenzó a jugar de niño en las calles llenas de basura y aguas negras en esa provincia del norte y a unos 80 kilómetros de la capital. Se destacó desde temprana edad y a los 20 años militaba en el club de la provincia y hacía su debut en la selección nacional en 2005 en un choque contra El Salvador. Disputó 84 partidos con el conjunto nacional, incluidos los que jugó durante las eliminatorias mundialistas de 2006, 2010, 2014 y 2018.
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La última vez que se lo vio en la cancha fue dos semanas antes del crimen, en el empate en casa 1-1 ante Estados Unidos por las eliminatorias mundialistas.
En un lapso de siete años (2007-2014) jugó en clubes de Costa Rica y Colombia, entre ellos Atlético Huila e Independiente Medellín. En este último fue dirigido por el colombiano Gómez. El Bolillo lo consideraba un jugador ideal para los recambios y su convocatoria para el mundial era dada por descontada.
El cariño de Stempel
Stempel tiene un recuerdo muy especial de Henríquez, puesto que fue el jugador que metió el gol de penal decisivo en una final en que Panamá venció a Costa Rica para coronarse campeón de Centroamérica en 2009.
Siempre tuve un gran aprecio por él, destacó Stempel, quien dirigió a Panamá en ese torneo. Un gran jugador, muy disciplinado y muy respetuoso. No lo creía (su crimen). Él tenía que estar en esta selección.
Tenía el carácter de la calle, agregó.
Su viuda asistió al estadio en la capital del país la noche del 10 de octubre en que Panamá logró la histórica clasificación a Rusia.
Ese día en el estadio no sé si lloraba de alegría o tristeza, afirmó.