El goleador que vendía incienso

El chico tenía talento y ambición, mas no le sobraba el dinero. Le tocaba entonces vender incienso junto a su primo, y así sacar el dinero del pasaje para poder irse a entrenar.

Se puede decir que así se inició la historia futbolística de Gabriel Torres, internacional con la Roja y jugador del Lausanne Sport suizo.

"Tenía un primo que vendía incienso. Lo acompañaba a vender para así tener algo con qué yo ir a entrenar porque muchas veces mi mamá no tenía para darme el pasaje", contó el ariete, quien abrió las puertas de su hogar a día a día.

Y aunque la venta del incienso solo le dejaba una pequeña recompensa de 10 dólares, para el muchacho de Concepción, Juan Díaz, esto era casi una fortuna.

"Lo máximo que llegué a tener fueron 10 dólares. Para mí, era mucho dinero. Utilizaba solo un dólar para ir y volver de entrenar, y lo otro me lo gastaba comiendo cualquier cosa en la calle", expresó.

La señora Edith, madre de "Gaby", lo quería ver como beisbolista, sin embargo, el apodado "Fantasma" únicamente pensaba en romper redes.

A la mamá de Torres no le quedó otro camino que el de aceptar el deseo de su pequeño. Y la primera muestra de fe en él fue comprarle unos tacos.

"Mi madre hacía un esfuerzo grande por comprarme mis tacos. Los primeros tacos finos que yo me llegué a poner costaron $14.95. Y después, en Chepo FC, los primeros tacos que me puse, cuando me metí a internet a averiguar el precio, costaban 195 dólares. Yo decía, ¡no puede ser! Los cuidé mucho, los pegaba cada vez que les veía algo, los mandaba a coser a cada rato", recordó el ariete.

"Mi mamá hacía un esfuerzo grande por comprarme unos tacos. Yo le decía: mamá, no puedo ir a jugar en zapatillas porque me resbalo". En aquellos tiempos abundaban las canchas fangosas en Panamá.

"A veces me ponía hasta los zapatos de la escuela para ir a jugar", relataba Torres entre risas.

Parece que en medio de esta historia, empezó a surgir una relación bastante íntima entre Torres y sus tacos. El ex de La Equidad desveló que incluso conversa con ellos.

"Siempre he sido muy cuidadoso con mis tacos. No me gusta verlos sucios. La mayoría de las veces hasta hablo con ellos, son como unos amigos para mí. Siempre trato de hablarles. A veces ella su esposa, Rashell me dice que estoy loco por hablarles, pero yo le digo que necesito hablarles a ellos porque son mis herramientas de trabajo, me ayudan a pisar bien dentro de la cancha o a meter un gol".

Si se habrán percatado, Torres le ha dado un papel muy protagónico a su madre dentro del cuento. Al hablar de ella, sus ojos se cristalizan.

"En pocas palabras, ¿qué significa tu madre para ti?", le preguntó este medio. "Todo. Lo es todo", respondió "Gaby".

"Ella es la persona que pausa y silencio... Se esforzó mucho por darme lo que soy ahora". Trataba de continuar Torres, mientras su voz se quebraba. Y entre una sonrisa y cabeza agachada intentaba evitar que se salieran sus lágrimas.

"Gaby" consiguió reponerse, tras un pequeño alto, y continuó con la entrevista. Correspondía ahora hablar de la evolución económica que le ha permitido tener el fútbol. Pasó de los 10 dólares del incienso a su primer salario de $250 mensuales con el San Francisco.

"Mi primer buen salario fue cuando llegué al San Francisco. Creo que ganaba $250 al mes. Me quedé con $50 y le di todo lo demás a mi mamá. Tenía que pagar la escuela y tener para ir a entrenar. Le dije a mi mamá: sé que es muy poco, pero es con lo que te puedo ayudar. Es lo que puedo traer a casa", precisó.

"Fue esa la primera vez que vi un billete de $100 en mi vida. Y decía: ¡un billete de 100! Ahí me propuse que tenía que conseguir más, esforzarme más. Al paso de cinco partidos, el profesor Gary Stempel me hizo subir el salario a $500. Ya podía entonces ayudar más a mi mamá y darme algunos lujos yo, comprarme una ropa, unas zapatillas...".

Actualmente, Torres vive junto a su esposa, Rashell, y sus dos hijos, Lía y Gabriel. Antes de encontrar el equilibrio presente en su vida familiar, el punta pasó por un momento en el que parecía que su carrera se estancaba. Había regresado a Panamá y ya no figuraba con la fuerza de antes en el mapa futbolístico.

"Hubo cierta inmadurez de joven, extrañaba mucho mi casa, mi entorno. Mi mamá me dijo que tenía que volver a encaminarme. Luego, la conozco a ella su esposa y me ayuda muchísimo más. Recuerdo que ella trabajaba. Yo jugaba en el Sanfra. Le llegué a decir un día que cuando yo volviera a conseguir mi contrato para jugar afuera, ella no tendría que trabajar más, que se iba a dedicar completamente a cuidar a nuestros hijos". Y le cumplió la promesa.

Gabriel le da un sitio vital en su historia a su pareja sentimental, sobre todo en su etapa en el Zamora venezolano. Se fue a un país que hace tiempo vive diversos problemas.

"Ella me dijo: 'voy contigo. Te voy a acompañar. Yo la sentía por momentos que no estaba cómoda. Le pedía disculpas porque sé que fue una decisión mía de querer venir a Venezuela. Pero ella siempre me decía: 'estoy aquí para apoyarte'", narró.

"Yo he traído a mi casa a los amigos con los que me crié para que vean cómo uno sí se puede superar. Estoy muy contento de haber conseguido todo esto, y más por mis hijos, para que estén cómodos y no tengan que pasar por lo que yo pasé cuando pequeño", sentenció el habilidoso jugador, de 28 años.