Confeccionar rosarios para la JMJ, la ilusión de un grupo de presas panameñas
La intención de este grupo de 60 presas es fabricar 10.000 rosarios.
Llevan varios años entre rejas, lidiando con el arrepentimiento, el hacinamiento y la soledad, pero hay una actividad que ha devuelto la ilusión a un grupo de presas de un penal de Panamá: confeccionar rosarios para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se celebrará en el país en próximo enero.
Sobre una mesa llena de cuentas de colores, cruces de madera y cordones de hilo y cuero, Yaribel Virrareal reconoció a Acan-Efe que el día a día en el Centro Femenino de Rehabilitación Doña Cecilia Orillac de Chiari, en la periferia de la capital, es "demasiado hostil", y que este taller le ha ayudado a "tener la cabeza ocupada".
"Soy católica apostólica y nunca me imaginé que estando privada de libertad podría formar parte de la JMJ", dijo esta panameña de mediana edad, que lleva 7 años en prisión preventiva acusada de un delito de estafa.
Vea: Senafront acaba con la vida de un joven en Paso Canoas
"Yo creo que el papa se va a emocionar cuando sepa lo que estamos haciendo y cuando le cuenten que desde que fabricamos rosarios estamos más unidas que nunca", intervino su compañera Rubiela Patiño, de origen colombiano, mientras medía y cortaba un cordel.
Panamá acogerá entre el 22 y el 27 de enero de 2019 la JMJ, uno de los eventos más importantes de la Iglesia Católica, que cada tres años reúne a miles de jóvenes de todo el mundo con el papa.
La visita de Francisco, que llegará a Panamá el 23 de enero, ha generado un inmenso interés no solo en este país sino en todo Centroamérica, ya que el último pontífice que viajó a la región fue Juan Pablo II en 1983.
Serán distribuidos en las parroquias
La intención de este grupo de 60 presas es fabricar 10.000 rosarios, que se distribuirán por las distintas parroquias de la ciudad y que podrán ser adquiridos por los cerca de 300.000 peregrinos que, según las autoridades panameñas, participarán en el evento religioso.
La directora del penal, Vielka González, explicó en declaraciones a Acan-Efe que la mayoría de estas presas son estudiantes y forman parte de un programa de reinserción de la estatal Universidad de Panamá, que les permite conmutar un día de pena por dos días de estudio.
"Está comprobado que los presos que estudian en prisión tienen muchas más probabilidades de reinsertarse y de no reincidir", apuntó.
Hacinamiento
El centro acoge actualmente a 651 mujeres, aunque ha llegado a tener preocupantes niveles de hacinamiento y a albergar a más de un millar de personas. La mayoría de las reclusas, según la directora, están acusadas de delitos relacionados con las drogas y el 10 % son extranjeras.
Es el caso de Diana Toro, una colombiana que está a punto de cumplir 4 años en prisión preventiva por blanqueo de capitales procedente del narcotráfico.
"Lo que más miedo me da es el rechazo, sobre todo el de mi familia. Mi papá murió sin saber que yo estaba en la cárcel", contó emocionada.
El taller se celebra en un barracón nuevo, pintado de blanco impoluto, con ventilador y aire acondicionado, que contrasta con el resto de instalaciones, sucias y desvencijadas. Las reclusas se suelen reunir los sábados por la mañana, pero hay alguna que saca tiempo entre semana y se escapa a confeccionar rosarios.
"Muchas no eran ni siquiera creyentes cuando empezamos, pero han depositado su esperanza y su ilusión en los rosarios. Esta semana vamos a hacerle uno personalizado al papa, ya hemos encargado las piezas y la cruz del Buen Pastor, que es la que él lleva", aseguró la tutora de las presas, Luisa Ángela Tabaes.
También: Catalogan como 'desmejoramiento mundial', conflicto por bono navideño de Aduanas
La agenda del papa Francisco en Panamá incluye misas masivas y reuniones con el Gobierno panameño y el obispado centroamericano, además de visitas a un penal para jóvenes y a un albergue social regentado por la Iglesia.
No está contemplado que el pontífice pase por este penal femenino, pero sus reclusas confían en que alguien le haga llegar el rosario o que incluso se le permita a alguna de estas mujeres dárselo en persona.
"Sería como un sueño", admitió María Castellón, la más veterana del centro, que cumple una condena de 18 años por homicidio.