Se habían salido de la escuela, pero hoy, dos años después, se graduaron con honores
La falta de recursos económicos y el desinterés por aprobar las materias llevaron a Ezequías a abandonar la escuela.
Hay veces que la vida te sonríe y te permite tomar una segunda oportunidad. Ezequías Gómez, de 17 años, y Javier Rodríguez, de 16 años, recibieron sus certificados de noveno grado, graduándose con honores. Hace dos años estos chicos desertaron del sistema escolar, pero en esta segunda oportunidad que les brindó la vida, recuperaron en gran forma el tiempo perdido, luego de ingresar al Centro de Formación y Desarrollo de Adolescentes (Cefodea).
En este centro, que se mantiene adscrito a la Oficina de Desarrollo Social Seguro (ODSS) del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), Ezequías ocupó el segundo puesto con un promedio final de 45.6, mientras que Javier obtuvo el tercer puesto con una calificación final de 4.5. Estos chicos son protagonistas de historias de superación que demuestran que el esfuerzo, la constancia y la perseverancia se anteponen a cualquier obstáculo.
La falta de recursos económicos y el desinterés por aprobar las materias llevaron a Ezequías a abandonar la escuela. Esta acción lo mantuvo más tiempo por las calles de la barriada donde reside. Pero luego de un tiempo se percató que se había equivocado. Fue ahí donde miró de frente la realidad y reconoció que, si quería superarse, debía regresar al colegio. Al final fueron sus padres los que lo inscribieron en Cefodea, donde ingresó al taller de mecánica, lugar en el que descubrió que tiene una afinidad con los motores.
El relato de Javier tiene un matiz diferente al de su compañero Ezequías. Abandonó la escuela en plena pandemia, cuando las clases eran virtuales. Confesó que la decisión la tomó porque no tenía computadora y porque en su casa no había dinero para comprar tarjetas para el celular. Además, debía compartir el único móvil que había en casa con sus dos hermanos. Esa limitante lo llevó a perder clases importantes. Cuenta que no logró familiarizarse con los módulos que sus profesores le dejaban. A su entender, las clases eran muy complicadas.
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Sin embargo, meses después, en el taller de mecánica de Cefodea, encontró lo que necesitaba para volver a estudiar. La mecánica le ayudó a ordenar sus ideas y a descubrir una profesión en la que quiere perfeccionarse.
Prueba final
Alfonso Ábrego, instructor del taller de mecánica, les puso una prueba final a sus estudiantes Ezequías y Javier. La prueba consistió en armar y arrancar un motor de carburador, marca Hyundai Accent.
Los jóvenes, bajo la supervisión de su docente, pusieron todo su conocimiento en marcha. El motor se resistió al primer intento. Tras revisar las conexiones eléctricas, las bujías, la secuencia de los circuitos y otros detalles, el motor sucumbió a la pericia de los estudiantes. La máquina rugió y el profesor Ábrego asentó con la cabeza y una sonrisa de orgullo por el gran paso que habían dado Ezequías y Javier en sus estudios.
Cefodea y su trabajo con los jóvenes
La directora encargada de Cefodea, Mayte Coya, indicó que este centro atiende a más de 120 estudiantes al año y cuenta con talleres de soldadura, ebanistería, construcción, chapistería, informática, mecánica, cocina, protocolo y belleza.
Explicó que funcionan a través de la gestión social del MIDES, que sufraga todos los gastos del centro, incluyendo los salarios de los profesores, quienes son los responsables de educar a los jóvenes.
De acuerdo con Coya, algunos estudiantes provienen de familias desintegradas y otros residen en barrios catalogados como zonas rojas. Pero este centro les permite a ellos -los estudiantes- reinsertarse a la sociedad, con un taller que pueden ejercer de forma práctica.
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Ezequías y Javier ingresarán este año a una escuela nocturna para culminar su bachillerato. Ezequías quiere estudiar ingeniería en mecánica, mientras que Javier desea estudiar mecánica en aviación.