Ayer les escribí una reflexión sobre la profesión del actor y les decía que el arte de actuar es algo más que aprenderse textos y pararse en escenario.
Hace mucho tiempo un actor al que dirigía me dijo que no tenía tiempo para trabajar en su personaje, por aquello de las obligaciones personales de la vida diaria. Que el único momento en que podía dedicarle tiempo a su personaje y a la obra era cuando iba camino a los ensayos y en las dos horas diarias de ensayos que teníamos. Quedé frío. Atónito. ¿Era posible lo que escuchaban mis oídos?
Pues sí. Parece ser que hay quienes piensan que actuar es fácil y que la constancia y la preparación diaria no son propias de esta disciplina del arte. A diario, para llegar a ser un buen actor, se hará necesario practicar una serie de ejercicios sencillos, vocales, de respiración, de expresión corporal que nos ayudarán a mantener nuestro instrumento de trabajo (es decir, nuestro cuerpo), en condiciones lo más óptimas. Y no tienen que ser nada complicados. En internet pueden encontrarse muchos ejemplos.
Y algo que no hay que olvidar, es el mejor ejercicio que se puede hacer: Leer. Leer. Y LEER. Aumenta nuestro acervo cultural, nos proporciona agilidad mental y sobre todo una mayor amplitud de conocimiento para crear. Con estos buenos hábitos artísticos, tenemos gran camino ganado al momento de construir y llevar a escena nuestros personajes. En fin, lo que puedo decir, para concluir con este diminuto comentario, es que si queremos llegar a ser buenos hay que esforzarse. Eso es así en todas las profesiones y el arte de la actuación es también una profesión.
Y recuerde que ser bueno no es ser bonito ni verse bien en escena, ni recitar textos; es dejarse morir para llegar a vivir encarnando a nuestros hijos y nuestras hijas: los personajes.