El pasado día 9 de junio el exmarido de Britney Spears, Jason Alexander, con quien se casó en 2004 durante un viaje a Las Vegas, y cuyo matrimonio duró 55 horas, se coló en la casa y en el recinto de la boda de la cantante, con la intención de arruinar su boda.
No lo consiguió, ni encontró a la artista, como pretendía, pero sí pudo pasearse por la casa de Spears sin que nadie se lo impidiera, abrir estancias, recorrer pasillos y llegar a la carpa donde se iba a celebrar el enlace, donde charló con varios operarios y se identificó como Jason Alexander en varias ocasiones, antes de acabar siendo detenido.
Ahora está acusado de un delito grave de acecho, además de los delitos de allanamiento de morada y de negarse a salir de una propiedad privada, vandalismo y agresión.
Los jueces del caso han concedido también a Spears una orden de protección y alejamiento de Alexander que se extenderá hasta el 13 de junio de 2025.
Por todos esos hechos y por el disgusto que pudo haberle causado, la cantante ha decidido ahora prescindir de su equipo de seguridad y contratar uno nuevo, al haber perdido la confianza en ellos por no haber impedido semejante intrusión.