A Michael J. Fox cada vez le cuesta menos hablar sobre la enfermedad que padece desde 1991. “El Parkinson apesta, pero tuve una gran vida, así que gracias por ello”, aseguró este semana el actor en el Festival de Cine South by Southwest de Austin (Texas).
El intérprete tenía solo 29 años cuando le diagnosticaron esta enfermedad neurodegenerativa, justo cuando acababa de convertirse en una gran estrella del cine gracias a su papel de Marty McFly en la trilogía de Volver al futuro. Durante siete años ocultó la enfermedad y su mano izquierda, donde comenzó el temblor que delataba el diagnóstico, pero a sus 61 años decidió abrirse y mostrar al mundo su vida en Still: A Michael J. Fox Movie, el documental que se estrenó el pasado mes de enero en Apple TV + y que el actor presenta en distintos festivales.
Después de la proyección de la película, Fox habló sin rodeos sobre su situación actual conviviendo con la enfermedad. “La lástima es una forma benigna de abuso. Puedo sentir lástima de mí mismo, pero no tengo tiempo para eso. Hay cosas que aprender de esto, así que hagámoslo y sigamos adelante”, reconoció el intérprete, que en 2022 recibió el Óscar honorífico por sus esfuerzos humanitarios.
No siempre se mostró tan positivo y el documental es la prueba de ello. En el narra cómo recurrió a la bebida para olvidar su grave pronóstico. “Definitivamente, era un alcohólico, pero pasé 30 años sin tomar una copa”, admite en la producción dirigida por Davis Guggenheim.
Su mujer, Tracy Pollan, con quien lleva casado 35 años y tiene cuatro hijos en común, fue la que le ayudó a dejar el alcohol, cuenta Fox. El impulso para compartir su vida en el documental, en cambio, se lo atribuye a la ayuda de sus seguidores: “Mis fans, básicamente, me han dado mi vida”, explicó en el festival de Austin. “Quería darles mi tiempo y mi gratitud a estas personas que han hecho tanto por mí. Fue genial para mí escucharlos a todos ustedes”, dijo.
Después de hacer público su Parkinson, Fox fundó la Fundación Michael J. Fox para la Investigación del Parkinson en 2000. Desde entonces, recaudó unos 1000 millones de dólares. “No tenía otra opción. Tengo que dar todo lo que tengo. Me presento y hago lo mejor que puedo”, aseguró sobre su compromiso con la concientización sobre esta enfermedad.
Además aseguró que no se arrepiente de los siete años durante los que siguió trabajando en la industria cinematográfica a pesar de su diagnóstico: “Haces lo que tienes que hacer, pero no quieres suicidarte. Y fue entonces cuando me detuve”. Durante esa etapa de su vida, Fox filmaba sus nuevos proyectos de cine y televisión tomando píldoras de dopamina para ayudar a evitar los primeros síntomas de la enfermedad y lucía siempre accesorios en el brazo para camuflar los temblores. “Valor terapéutico, comodidad... ninguna de estas fue la razón por la que tomé estas píldoras. Solo había una razón: esconderse”, dice Fox en el documental. “Me convertí en un virtuoso de la manipulación de la ingesta de drogas para poder alcanzar mi punto máximo exactamente en el momento y lugar correctos”, confiesa en el documental.
Todo ello se enseña en la nueva película que, sin embargo, no es una producción sobre el Parkinson, según comentó Fox esta semana: “David hizo una película sobre la vida”, mencionó. El propio director la definió como un “relato de la vida pública de Fox, llena de emociones nostálgicas y brillo cinematográfico”, junto con su “viaje privado nunca antes visto, incluidos los años que siguieron a su diagnóstico”. Pero Fox compartió que hay mucho más en la película que los detalles sobre su salud.
El actor recuerda, por ejemplo, cómo de chico corría para escaparse de su casa y comprar caramelos. O cómo corría también en el colegio porque al ser tan bajito era su manera de huir del acoso de otros compañeros. Ese aspecto infantil, en cambio, fue su mejor carta en la juventud para comenzar su carrera como actor. “Yo tenía 16 años y buscaban a un niño de 12″, cuenta. Así consiguió su primer papel, pero el canadiense no logró alcanzar la fama hasta su aparición en la comedia de 1982 Lazos de familia, la serie durante la cual Steven Spielberg tuvo que rogar que le prestaran a Fox para rodar Volver al futuro. Durante tres meses trabajó a la vez en los dos rodajes, así que dormía solo dos o tres horas al día. Y no paró hasta el año 2000, cuando los síntomas de su enfermedad se hicieron más severos.
El propio Fox es quien narra toda la historia, conformada por grabaciones de archivo y la recreación de otros momentos íntimos de su vida. “Algunas personas verían la noticia de mi enfermedad como un final, pero estaba empezando a sentir que era realmente un comienzo”, afirma Fox, que durante la grabación se cae varias veces al suelo mientras camina. Lo importante es que se levanta. De hecho, la sinopsis oficial define esta producción como el reflejo de “lo que ocurre cuando un eterno optimista se enfrenta a una enfermedad incurable”.