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Isla Esmeralda: hermosa, pero olvidada
Carolina Sánchez P.La calidez humana y el buen trato a los visitantes son unas de las tantas características de los moradores de Isla Esmeralda, ubicada en el Archipiélago de Las Perlas, distrito de Balboa.Esta isla, habitada por un aproximado de 500 residentes que se dedican a la pesca y la agricultura, también se enfrenta a necesidades básicas como: falta de agua potable, luz eléctrica, servicios de salud, comunicación, entre otras.En medio de sus carencias, le hacen frente a la vida subsistiendo de lo que sacan del mar y rodeados de una espesa vegetación, en la que hay cierta cantidad de terreno que se utiliza para la agricultura, en donde hombres y mujeres hacen esas labores para llevar el pan de cada día a sus hogares, pues los alimentos que se venden en las tiendas que están en la isla salen más caros.Por ejemplo, una lata de tuna chica cuesta 0.85, 0.25 más de lo habitual.Múltiples necesidadesGumercindo Jiménez, suplente del representante, expresó que existen dos problemas que son de gran preocupación para la comunidad: la falta de agua potable y de tendidos eléctricos para poder que funcione la planta eléctrica del lugar.En la comunidad tienen un tanque de reserva, pero debido a que se dañó la bomba succionadora, ahora el agua no llega a las casas.Mientras que también requieren de cables eléctricos para poder distribuir la energía hacia las viviendas.Actualmente, algunos con suerte tienen paneles solares, pero otros viven a oscuras.Una de las inquietudes y peripecias que pasan las personas es la falta de personal de salud y medicamentos, pues a mitad de semana vimos que el centro de salud estaba cerrado.Pero la lista de problemas no acaba, pues DIAaDIA se percató de que no tienen señal de ningún tipo de telefonía celular y la isla solo cuenta con un teléfono público, que la mayor parte del tiempo no funciona.Jiménez expresó también que cuando una persona se enferma tienen que ver cómo hacen para llevarla al médico, pues cuentan con lanchas, pero no siempre hay dinero para comprar el combustible.Nicolás Cajar tiene 60 años de vivir en la comunidad y está cansado de tener que estar cargando agua en tanques hacia su casa y pide que les den la bomba.La experienciaAl realizar un breve recorrido por la comunidad, se notó que son personas trabajadoras y ni la lluvia los detiene, pues unos hombres batían una mezcla para la construcción de la vivienda mientras caía un aguacero.Las veredas calles de concreto se repartían en distintas direcciones y era asombroso ver casas hechas con caña brava.En los portales de las humildes viviendas con toques afrodescendientes estaban las mujeres con sus bateas en mano, listas para preparar la cena.Al pasar por las casas, los residentes reiteraban la necesidad de tener agua potable.Cuenta la historia Una de las más queridas de la comunidad es doña Cleotilde Rivas de Centeno, de 92 años, quien expresó que nació en ese lugar y a la edad de 16 años dio a luz al primer hijo de cinco que tuvo.Ahora ya perdió la cuenta de los nietos y bisnietos.Ella es la adoración de la comunidad y recordó que antes las viviendas estaban hechas de caña blanca, brava y pencas, pero que con el tiempo cambiaron a bloque y cemento.Esto antes era un lugar lleno de monte y había pocas casas, pero con el pasar del tiempo, la población fue creciendo y ahora somos más, pero sentimos que los gobiernos nos tienen abandonados, dijo Cleotilde.Ya a mitad de la tarde, cuando la misión encabezada por el Servicio Nacional Aeronaval se retiraba, los niños bajaron a la playa en medio de la pertinaz llovizna para despedirse.Algunos docentes que imparten clases en la isla aprovecharon para salir del lugar e ir a sus casas a visitar a familiares y regresar para seguir con su labor.No se olviden de nosotros y den a conocer nuestras necesidades, fueron las súplicas de esa comunidad que pertenece a la provincia de Panamá, pero pareciera que estuviera a miles de kilómetros de distancia.
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