Fútbol es su refugio
Sentado en una cancha de tierra enclavada entre el pestilente río Choluteca y los cuatro carriles del bulevar de las Fuerzas Armadas, Maynor Ayala, un niño de 11 años, solo ve dos maneras de salir de los barrios controlados por pandillas: jugando en un equipo de fútbol profesional o en un ataúd barato.
Sudado y mordisqueando una bolsa de agua un sábado al mediodía, Maynor está eufórico. Ha marcado un gol por primera vez en semanas. Por un instante se imagina que puede llegar a una Copa Mundo como lo logró uno de sus héroes, Emilio Izaguirre, que defenderá la camiseta de la selección hondureña en el Mundial de Brasil. Quiero ser jugador de fútbol, dice Maynor.
Pero después de acomodarse entre las piedras que abundan en la cancha, las sonrisas infantiles de Maynor y sus amigos desaparecen y empiezan a hablar de cosas serias.
A mi primo lo balearon aquí en la cancha, dice, pícaro e inquieto, mientras simula una pistola con sus dedos índice y pulgar.
Acordáte también del taxista que vinieron a ejecutar aquí mismito, en la puerta de la colonia, le dice a su amigo Marvin Cruz, de 14 años.
Su entrenador escucha con desesperación el recuento de muertos que hacen los niños. Luis López, de 45 años, confinado a una silla de ruedas por culpa de un accidente de bicicleta hace más de diez años trabaja con ellos todos los días de la semana, excepto el domingo. Mantiene la esperanza de que la disciplina deportiva los mantenga alejados de las pandillas callejeras que dominan casi toda Tegucigalpa.
Su proyecto de fútbol es modesto comparado con las amenazas que los niños afrontan: el llamado a la calle, la violencia, la pobreza y las drogas.
Maynor, Marvin y el resto de niños sentados en círculo en el suelo le permiten al entrenador albergar algo de esperanza. Ya no queda mucho por hacer con los que fuman marihuana en las afueras de la cancha o las esquinas, o con Antony, de 14 años, que ha dejado la escuela.
Aunque intenta enseñarles a los niños a jugar al fútbol, sabe que el partido que deben ganar es el de continuar vivos.