Grietas en la tierra escupen flujos de lava que serpentean por la Isla Grande de Hawái y a su paso devoran casas y árboles, cruzan las autopistas y llegan hasta el océano.
Nuevos peligros surgen y los residentes que han atestiguado más de dos semanas de erupción del volcán Kilauea empiezan a cansarse.
En sus barrios rurales, han observado la lava supurar, restallar y salir disparada. Han visto cómo caen cenizas de la explosiva cumbre del volcán y se han puesto máscaras para proteger sus pulmones.
El gas nocivo siempre está presente y ahora un nuevo peligro: una neblina de lava que se ha formado en la costa mientras los ríos de fuego se sumergen en el océano.
La interacción envía enormes nubes de ácido clorhídrico y partículas de vidrio que pueden provocar irritación en la piel y ojos, e incluso daño pulmonar.
Los científicos desconocen cuándo acabará el Kilauea con su destrucción, pero deambulan hipnotizados por la isla de Hawai mientras dicen que no está claro si es el principio o el final de la erupción.
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