El Museo de Orfebrería de La Habana Vieja es el hogar de elevados arcos coloniales, pisos con vistosas ilustraciones y cinco de los perros callejeros más afortunados del mundo.
Mientras arde el calor durante el día, Vladimir, Canela, Aparicio, León y Cariñoso se tumban en la gran entrada del edificio de piedra de siglos de antigüedad. Por la noche, los animales patrullan las calles con la policía local o duermen bajo la gran escalinata del museo. Cada uno lleva un collar y una placa con su nombre, fotografía y las palabras Vivo en el Museo de Orfebrería.
Más de una decena de instituciones gubernamentales, desde el Banco Central de Cuba hasta un baño público, han acogido a perros callejeros en los últimos años, asignándoles identificación oficial y casa, además de otorgarles cuidados médicos todo el año y protección de la perrera de la ciudad, indicaron autoridades de protección animal.
Pese a las capturas efectuadas por la protección estatal, las más de dos decenas de ex perros callejeros disfrutan de un estatus casi oficial, fundamentado en el frecuente pretexto de que trabajan como elementos de seguridad. La ley cubana que prohíbe la presencia de animales en sitios de trabajo incluye una excepción para perros de guardia.