Luego de escuchar millones de opiniones diciendo tantas cosas diferentes, conversé con mi pareja y padre de Isabella y decidimos hacer lo que mi instinto de madre me decía.
Yo tenía claro que no quería llantos de mi hija o míos, no quería trasnochos y sufrimientos, no quería culpas y remordimientos. Quería pasar por una experiencia de respeto y comprensión por las necesidades de mi hija y las mías propias. Quería que Isabella tomara el proceso como algo natural.