Con su bolso a un lado se acercó a la caja y pidió que le cobraran un saldo de $20. Luego, con mucha tranquilidad, esta señora parecía que ya había hecho su transacción bancaria, pero no. Ahora era que ella se iba a desahogar.
Por cosas de la vida, me tocó estar en primera fila para ver el espectáculo de un sábado en la mañana en un banco de la localidad.
Aquella señora podía tener unos 60 años. Se acercó a los cubículos de atención al cliente y preguntó quién tenía más años de experiencia. La que respondió recibió el paquete.





