A pesar de que sus pulmoncitos no funcionan al 100% y que la angustia de la familia se hacía cada vez mayor al verla en una sala de hospital, mi sobrina de seis años nos dio una cátedra de fortaleza.
Ella estuvo hospitalizada durante una semana. Yo, por mi complicado horario de trabajo, solo pude ir a verla dos veces; sin embargo, escuchar su vocecita vía telefónica diciéndome: "Hola tía", me alegraba el momento por más triste, aburrido o de enojo que tuviera.





