El exatleta Ben Johnson, despojado del oro por dopaje en la final de los 100 metros de los Juegos de Seúl 1988, regresó ayer, 25 años después, a la misma pista del estadio surcoreano de Jamsil en la que alcanzó la gloria para ser posteriormente descalificado.
Con motivo de una campaña contra el dopaje en el aniversario de la carrera, el velocista canadiense pisó la línea de salida del coliseo olímpico y emprendió un paseo simbólico hasta la meta, a la misma hora en la que comenzó la tristemente célebre final de 1988.