Un ratón se apoderó un día de la brida de un camello y le ordenó que se pusiera en marcha. El camello era de naturaleza dócil y se puso en marcha. El ratón, entonces, se llenó de orgullo. Llegaron de pronto ante un arroyo y el ratón se detuvo.
- ¡Oh, amigo mío! ¿Por qué te detienes?
- ¡Camina, tú que eres mi guía!
El ratón dijo: - Este arroyo me parece profundo y temo ahogarme.
El camello: - ¡Voy a probar!
Y avanzó por el agua.
- El agua no es profunda. Apenas me llega a las corvas.