Estaban por festejar un casamiento. Los novios eran muy pobres, por eso habían pedido que cada invitado llevara una botella de vino y lo echara en un gran barril. Así aportarían todos a que la fiesta fuera alegre. Cuando todos estuvieron reunidos, los mozos sirvieron del barril a cada uno, una copa bien llena.
Pero cuando, al brindar por la felicidad de los recién casados, toman el primer trago, todos los rostros se petrificaron; pues todos tenían solo agua en el vaso.