La playa de Copacabana fue ayer una torre de Babel. En sus arenas se escuchaba cantar en portugués, rezar en polaco, las conversaciones iban y venían en inglés, francés, árabe o chino.
En cualquier idioma que hablaran los peregrinos que llegaron a Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud, todos parecían sintonizados con el español mezclado con portugués que habló la estrella del evento: el papa Francisco.