Tiene años de venerar a santa Librada, aunque ahora no le ha podido cantar en la serenata, pues siempre tiene compromisos en otros lugares.
Pero el año pasado caminó toda la procesión como una manda en agradecimiento por haber curado a su hijo Radamés Vergara.
La fama se veía inalcanzable para él. El acordeón de su hermano era el único instrumento que tenía para convertirse en un reconocido acordeonista típico.