H ace unos años, como parte de mi ejercicio periodístico, entrevisté a una reclusa del Centro Femenino de Rehabilitación que insistía en que ella podría salir de la cárcel, pero siempre estaría presa.
¿La razón? Había asesinado de 30 puñaladas a la amante de su esposo que estaba embarazada de ocho meses y eso no se lo perdonaría nunca.