Cuando la fe mueve montañas, aquí una visión que nos acerca a esa realidad
Aquella mañana el reverendo Davis, parado en el patio trasero de su iglesia, observaba aquel pequeño cerro plantado justo en lo que era parte de su terreno. Era como un molesto gigante que le robaba espacio que él necesitaba para la comodidad de su congregación. Absorto se encontraba en esa meditación cuando su secretaria lo interrumpió con una taza de café en la mano.
- Reverendo, su café. Ya están llegando los hermanos al templo. - Gracias Guadalupe, enseguida entro.
Bebió algunos sorbos de su café y de pronto, como si un rayo hubiese cruzado el firmamento, una poderosa voz interna lo sacudió. Se dio prisa en acabar el café y con pasos presurosos ingresó a la iglesia. Terminado el servicio de esa mañana, el reverendo Davis pidió unos minutos extras a la congregación para dar un importante aviso.
- Queridos hermanos, hoy quiero enviar un desafío a la congregación. Como verán ustedes, ante el rápido crecimiento de la iglesia, el parque de estacionamientos se nos ha quedado pequeño. Por otro lado, en la parte trasera de la iglesia tenemos una gran cantidad de terreno para habilitar más estacionamientos pero un enorme cerro ocupa todo ese espacio. Quiero desafiar a doce hombres de fe, de verdadera fe para que a partir de hoy, y por siete días seguidos me acompañen en oración para pedir a esa pequeña montaña que se mueva de nuestro lugar. Solo doce valientes que en verdad crean que esto es posible.
Un enorme silencio reinó en el recinto, por unos segundos que parecieron horas nadie dijo nada, todos se miraban algo desconcertados por tan inusual solicitud; no es que no creyeran, es que ese era en verdad un enorme desafío. Había que mover físicamente una montaña. De repente, del fondo de la iglesia se levantó Ramiro y empezó a caminar hacia el frente.
- He aquí un soldado que cree - le dijo al reverendo Davis.
Uno a uno se fueron levantando varios de los miembros hasta que completaron los doce valientes que acompañarían al reverendo Davis en esta “loca hazaña”.
- Muchas gracias a todos – dijo el reverendo – el próximo domingo les tendremos noticias de esta importante misión. Unos minutos después la iglesia había quedado completamente vacía, solo quedaban dentro, a puertas cerradas, doce hombres y su pastor orando por un milagro portentoso, y así continuaron día tras día hasta completar los siete días que habían determinado.
El siguiente domingo todos los fieles abarrotaron la iglesia desde muy temprano en espera de noticias y resultados de tan osada misión. Al cabo de un tiempo inició el servicio sin que se dijera nada, incluso los doce valientes esperaban ansiosos noticias que ellos tampoco tenían. Al terminar el servicio toda la iglesia se quedó inmóvil en sus asientos, era como pedir una rendición de cuentas. El reverendo Davis se acercó al púlpito, tomó el micrófono y empezó a hablar.
-Queridos hermanos. Hace una semana pedí el apoyo de doce valientes que tuvieran una fe sin límites porque necesitábamos mover la montaña detrás de la iglesia para habilitar más estacionamientos, sé que a muchos les pareció una locura o que de repente estaba bien la fe pero ¿al nivel de mover una montaña real? Antes de todo quiero agradecer a Dios primero y luego a estos doce hombres de fe que creyeron y no dudaron ni un gramo durante estos días. El día sábado, al finalizar nuestro último día de oración me quedé un rato más en la oficina cuando Guadalupe me dijo que unos hombres me buscaban; los hice pasar y resultó que eran de una compañía de construcción que inicia un proyecto justo al otro lado del cerro detrás de nosotros. Ellos tienen un problema por un pequeño acantilado y otras irregularidades del terreno por lo que ofrecieron comprarme el cerro para usarlo de relleno en su construcción y me ofrecieron además construirnos la playa de estacionamientos. Hermanos, la montaña empieza a moverse a partir de mañana.
Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Mateo 17:20