Gracias Señor. Hoy quiero darle las gracias a Dios por todo lo que tengo: salud, un hijo a quien amo con todo el alma, una madre a quien le doy gracias por lo que soy, que jamás me abandona, que siempre está allí cuando la necesito y cuando no, también. Le doy gracias, porque desde el cielo mi papá q.e.p.d. cuida de mí siempre, porque tengo dos hermanos maravillosos y unas mascotas a las que adoro.
No menos importante, darle gracias por un ser especial quien llegó a mi vida, quien hace mis días hermosos, a quien simplemente quiero mucho.
Gracias, porque aunque no he recorrido el mundo entero, lo que he podido apreciar en esta profesión, ha tocado y calado en mi lado más humano. Porque he podido ver, cómo unos niños que no tienen nada, ni siquiera ropa, comida, y que duermen en pisos de tierra y lodo, sonríen inocentemente porque simplemente son felices. Ellos no conocen la maldad, ellos solamente juegan entre ellos con la tierra, con sus gallinas; se tiran en el río desde una balsa, como si se tiraran de los columpios más sofisticados de Disney.
Muchos no tienen qué comer, solamente se alimentan de cremas y de leche, otros tienen lombrices, muchos sueñan solamente con poder comerse un plato de arroz, porque solo conocen la crema de plátano como su principal y único alimento.
Por cosas como esas, me detengo a pensar que muchas veces no somos agradecidos, sí, es cierto que muchas veces lo decimos y queda en el tintero, como una muestra más de humildad, sin embargo, ¿realmente estamos agradeciéndole a Dios por lo que tenemos en este momento?
No sé, hablaré por mí, y es que con la mano en el corazón, el jueves 25 de octubre, realmente me dí cuenta cuánto debo agradecerle a Dios.