Un hombre que vivía en el interior del país y que acababa de ser nombrado en un alto puesto en el gobierno llevó a su familia de paseo a la capital. Se sintió importante mientras les contaba de su nuevo empleo y los llevó a hacer un recorrido por la ciudad, donde de seguro se mudarían en los próximos meses.
El recorrido siguió por el Casco Antiguo de la ciudad y culminó en el Teatro Nacional; cuando entraron allí, su hija de 8 años se quedó pasmada por el tamaño de la magnífica estructura. Su orgulloso padre le preguntó: «Querida, ¿en qué estás pensando?» Ella contestó: «Papi, estaba pensando en lo grande que eres en nuestra casa, y lo pequeño que te ves aquí.»
Sin saberlo, aquella niña dijo algo que su padre necesitaba escuchar. El orgullo puede infiltrarse en nuestra vida muy fácilmente, y de vez en cuando, es bueno que a uno «le bajen los humos».
Necesitamos recordar que no hemos de tener un concepto de nosotros más alto que el debido (Romanos 12:3). Es fácil llegar a ser orgullosos cuando nos quedamos en nuestros propios círculos de la vida.
Pero cuando nos arrojan en situaciones más grandes, con mayores demandas, presiones y competencia, nos impactamos al darnos cuenta de que los peces grandes de lagunas pequeñas se encogen rápidamente en un océano grande.
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Seamos humildes pues, cuando existe humildad no existe soberbia. No existe complejo de superioridad. Existe modestia. Existe conciencia de nuestros límites y debilidades. La humildad no tiene ninguna relación con la posición social o económica. Cuando existe humildad se busca servir a otros, escuchamos opiniones y críticas que nos ayuden a mejorar. Muy por el contrario el orgullo está relacionado con la soberbia. Existe sentimiento de superioridad hacia las demás personas. Existe arrogancia y vanidad. La persona orgullosa cree que su accionar siempre es perfecto. El orgullo no permite que exista un margen de duda, por lo tanto nos hace inflexibles y testarudos y no escuchamos ni aceptamos opiniones y críticas de nadie.
Seamos como aquella pequeña semilla de mostaza la cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. (Mateo 13:32)
No debemos olvidar que el hombre más grande en toda la historia de la humanidad, fue grande precisamente por hacerse como el más pequeño, él nos trajo la más pequeña, pero grande semilla de fe y su vida fue una vida de servicio, tal como lo dijo " el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos." (Mateo 20:28)
Santiago dijo: «Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes» (4:6). Así que pidamos al Señor que nos ayude a vernos como realmente somos. Con su ayuda, aprenderemos a deshacernos del necio orgullo.