Salvado por un himno
En ese momento sentí que una semilla fue depositada en mi alma y su oración fue respondida. Este artículo es responsabilidad de su autor.
Un grupo de turistas de los estados del norte de los Estados Unidos estaban reunidos en el muelle de un vapor de excursiones que iba a recorrer el histórico río Potomac una hermosa noche del verano de 1881.
Un caballero había estado entreteniendo al grupo con una selección de los himnos que más les gustaban. El último que cantó fue Jesus amante de mi alma.
El cantante cantó los dos primeros versos con tanto sentimiento, y con un énfasis tan peculiar en las líneas del final que conmovieron a todos y un silencio solemne cayó sobre los oyentes durante unos segundos después de que acabara de cantar. Entonces un caballero se acercó desde un lado y le preguntó:
-Le ruego que me disculpe, pero ¿estuvo usted activo en la última guerra?-Sí, señor -contestó el cantante- serví a las órdenes del general Grant.-Bien -contestó el intruso-. Yo luché en el lado contrario, y estoy seguro, de que estuve cerca de usted una noche brillante hace 18 años. Era una noche como esta. Estaba usted de guardia. Estábamos en guerra y usted era uno de mis enemigos. Me acerqué a su puesto de vigilancia con mi arma, las sombras me ocultaban. A usted le daba la luz claramente.
Mientras usted hacía su guardia, tarareaba ese himno que acaba de cantar. Levanté mi arma e intenté apuntar a su corazón, yo había sido seleccionado por nuestro comandante porque tengo un tiro firme y certero. Entonces en la noche se sintieron las palabras: Cubre mi cabeza indefensa con la sombra de tus alas.
En ese momento sentí que una semilla fue depositada en mi alma y su oración fue respondida. Lloré y no pude disparar después de eso. Y no hubo ataque a su campamento esa noche. Estaba seguro cuando le oí cantar ahora, que usted era el hombre cuya vida me vi movido a no destruir.
El cantante cogió la mano del sureño y dijo con mucha emoción:
-Recuerdo esa noche muy bien, y sobre todo el sentimiento de depresión y soledad con que cumplía mi deber. Conocía el gran peligro de mi puesto. Me entretuve recordando mi hogar, mis amigos, y todo lo que amo. Entonces el pensamiento del cuidado de Dios por todos los que ha creado vino sobre mí con peculiar fuerza. Si Él cuida del gorrión, ¡cuánto más no lo hará del hombre creado a su imagen! Y canté ese hermoso himno, la oración de mi alma, y mi corazón dejó de sentirse solo.
-No supe -continuó- cómo fue respondida mi oración hasta hoy. Mi Padre Celestial consideró que era mejor que no lo supiera en estos dieciocho años. ¡Cuánta de su bondad para con nosotros ignoraremos hasta que se nos revele a la luz de la eternidad! El himno Jesús amante de mi alma ha sido mi himno favorito. Ahora lo amaré de una manera que no podré expresar.
Salmo 139:5 Detrás y delante me rodeaste, Y sobre mí pusiste tu mano.