A menos de 3 meses para que concluya el presente año, tengo un sentimiento que pudiera calificar como agridulce. ¿Por qué razón lo digo?, sencillamente porque a medida que transcurren los meses, más nos acercamos al verdadero cambio para terminar con esta nefasta pesadilla de cinco años de retroceso y tortura para dar cabida a una mejor esperanza que todos anhelamos.
Pero al mismo tiempo, siento un sabor amargo porque aún falta un poquito más de 8 meses para que este gobierno indolente salga definitivamente de la administración pública dejando una secuela de pobreza, dolor y afectación a miles de familias panameñas, no solo en lo económico, sino también en lo físico, psicológico y espiritual, porque padecemos innumerables enfermedades que no se han podido combatir no solo por falta de presupuesto, sino por falta de voluntad de quienes nos gobiernan.
También padecemos un daño moral porque a muchas familias se les ha perseguido injustamente, a cuyos miembros se les armaron expedientes amañados con el solo propósito de verlos encerrados en las cárceles, sin importarles el sufrimiento de muchas madres, padres, hijos, hermanos y nietos también.
Debido a esa política de odio y revanchismo es que hoy día nuestro querido Panamá está en uno de los más oscuros abismos de su economía y desarrollo. Después de haber alcanzado hasta el 11 por ciento de crecimiento, ahora resultado que, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la proyección de crecimiento de Panamá este año cayó de 5.6 por ciento a 4.5 por ciento. No obstante, Latin Consulting y Agua Clara Consultores e Inversiones es menos optimista, lo proyecta en solo 4.2 por ciento.
Pero esta pesadilla panameñista no termina solo con un bajo crecimiento de la economía, sino que el impacto más letal de esta pérdida de competitividad y desarrollo humano ha pegado más fuerte en lo que a todos nos duele: el desempleo. Según las últimas estadísticas, la tasa de desempleo en Panamá pasó de 5.1 por ciento en 2015 a un 7 por ciento este año. Asimismo, se informa que el número de contratos de trabajo disminuyó en los primeros seis meses de este año a un 4.8 por ciento si lo comparamos con el año anterior (2017).
Me causa dolor ver estas cifras porque yo, que recorrí gran parte del país durante mis conversatorios en las distintas comunidades de la geografía nacional hace unos meses, palpé la realidad por la que atraviesan cientos de familias. Y es que las cifras no mienten porque la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) destacó que en pleno siglo 21, 400 mil personas sufren de hambre en nuestro país, es decir, 9.3 por ciento de la población se acuesta sin comer.
Y es que no tenemos que ir muy lejos para darnos cuenta de que todo está paralizado. Por ejemplo, un lugar tan popular como Quesos Chela, en Capira, vemos que no es un sitio igual que antes, donde cientos de panameños hacían escala cuando viajaban al interior, pero no porque no quieren, sino porque no tienen el presupuesto para darse ese gusto. Igualmente ocurre con los artesanos, tratando humanamente de convencerte de que les compres una artesanía porque no le es rentable.
Esa es la realidad que viven muchas familias panameñas que, a pesar de todas las vicisitudes por las que atraviesan, en el camino hay una luz de esperanza para el cambio. Un cambio que le devuelva la felicidad, la tranquilidad a la familia, cuyos padres sientan que vendrán mejores días en el transporte, educación, salud, seguridad y sobre todo empleo, porque sin trabajo no se podrá satisfacer ninguna necesidad. Tenemos el poder para cambiar otra vez este país, dale la oportunidad nuevamente a Cambio Democrático y volverás a sentir la prosperidad y felicidad de hace 5 años.