E l alba pasó una mañana cerca de un árbol y oyó pronunciar su nombre por tres gotas cristalinas. Se aproximó; luego posándose en el corazón de la flor, preguntó cariñosa: ¿Qué desean de mí, gotas brillantes? Que vengas a decidir una cuestión, dijo la primera. Somos tres gotas diferentes reunidas en diversos puntos. Queremos que digas cuál de nosotras vale más y cuál es la más pura. Acepto; habla tú, gota brillante. Y la primera gota habló así: Yo vengo de las altas nubes, soy hija de los grandes mares, nací en el ancho océano. Después de andar por mil borrascas, una nube me absorbió. Fui a las alturas, donde brillan las estrellas, y de allá, rodando entre rayos, caí en la flor en la que descanso ahora. Yo represento al océano. Habla tú, gota brillante, dijo el alba a la segunda. Yo soy el rocío que tiembla sobre los lirios, soy hermana de la luna y de las tinieblas que se forman en cuanto llega la noche. Yo represento al amanecer del día. ¿Y tú?, preguntó el alba a la más pequeña. Yo nada valgo. Habla: ¿De dónde vienes? De los ojos de una madre. Soy una lágrima. El alba entonces dijo: Esta es la de más valor, es la más pura. Pero yo fui océano... ¡Yo atmósfera!... Sí, gotas; pero esta fue corazón.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.