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Ricardo Martinelli: 'Juan Carlos Varela y yo éramos uña y carne'

Ricardo Martinelli

Todos sabíamos que teníamos un buen aliado en el 2009, pero debo admitir que yo y muchos fuimos burlados y nunca supimos los verdaderos propósitos del nuevo compañero de terna, que solo lo conocíamos externamente. No vimos los indicios, ni los ataques de sus pseudolocuritas que tenía. Debo admitir también que tenía muy buenas ideas y un sentimiento mutuo de hermandad política y personal por la afinidad de nuestros orígenes interioranos y de que ambos no éramos parte del "establishment", ni de la rancia aristocracia.

Al principio todo fue color de rosa. Juntos fuimos antes de asumir el Gobierno a Brasilia a visitar a Lula y después a Río invitados por la ahora no muy famosa Odebrecht. ¡Qué viaje tan bueno fue aquel, donde si hablo de los entretenimientos de que fuimos objetos, muchos sí podrán ver la intensidad de nuestra amistad!

Me acuerdo cuando fuimos a visitar a "Papa Abdul", quien nos iba a donar dinero para la campaña. Después de hablar en contra de su usual archienemigo comercial, Stanley, a lo cual nosotros queríamos reconcialiarlos tarea imposible, ya que después de jurar por el Corán y matar a su pobre hijo, en juramento varias veces, nos donó $50,000 en efectivo que yo se lo di de frente a Juan Carlos Varela, porque él los necesitaba, y unas páginas gratis en La Estrella que la campaña requería. ¡Qué tiempos aquellos!

Nos tocó recibir a Manuel Zelaya que acababa de ser depuesto y ambos habíamos ya hablado con el cardenal Maradiaga. Sabíamos el porqué de las cosas y ahora teníamos esa "papa caliente", que debo admitir que los dos fuimos pilares fundamentales para que un gobierno tipo Chávez no se instalara en Centroamérica. Sin Panamá, Honduras hubiera tenido otro rumbo. Qué mal lo que ahora sucede allí con las elecciones, lo cual espero sepan resolverlo entre hondureños.

Comíamos todos del mismo plato, junto con mi gran amigo Jimmy hicimos un triunvirato. Fuimos el verdadero círculo cero. Varela y yo no solo éramos socios políticos, sino hermanos. Nos consultábamos todo y nos asesoramos en muchas cosas que están de más mencionar. ¡Éramos uña y carne!

Cuando fuimos donde Figali, allí se notó un leve distanciamiento, pero nada preocupante. Éramos el equipo perfecto. Nuestro primer acto en la Asamblea fue restaurarle los derechos ciudadanos a Bosco. "Popi" fue el primer presidente del Legislativo, de allí intercalados ellos y nosotros, hasta que Muñoz no quería a Alcibiades, cosa que lamento yo haber caído en las garras y trampa de Muñoz y fui yo quien no cumplió. Para la instalación de ese periodo tomó horas en elegir a Aparicio y Juan Carlos bravo con toda razón, irrumpió violentamente en mi oficina, sin avisar. Él falló y yo más. Otro evento fue que por alguna razón, "Popi" pensaba que yo quería cerrar la Asamblea con el proyecto de consultas populares hechas en elección popular, sin ser de obligante cumplimiento y que cerraría la Asamblea. ¡Nunca fue ese el propósito!.

Después varios diputados panameñistas me empezaron a criticar y en una reunión con unos salió "Verbatim" o sea palabra por palabra en el diario La Prensa y el señor Weeden me acusa públicamente de ser amante de alguien que ni siquiera conozco. Reclamo a Juan y me dice "yo no tengo que ver con ese loco" y de los diputados no puedo decir nada, solo que "dales más amor y los conquistarás", ya que las partidas de un millón a cada uno fue idea de él, no mía.

En esos días, un diputado panameñista buscando hacer las paces me informa lo contrario, que quien era mi hermano, decía de mí que yo era un neófito o morón político, que él era el único que sabía en ese Gabinete y que él me tenía que cuidar como un niño y que debía ir todas las noches a la Presidencia a perder su tiempo y hablar pendejadas para que yo no metiera la pata o me influenciaran malas amistades. Eso me dolió y partió el alma. Se me salieron las lágrimas después.

Después de eso tomé mi fatídica decisión, la cual estoy seguro de que si él y yo nos hubiéramos hablado ese día, aún estaríamos juntos. Por eso ni él ni yo nos queremos hablar, porque el día que lo hagamos resolveremos todo.

Lo malo es que ni a él ni a mí, nos dejan otros y lo que no sé es si ambos a estas alturas, cuando ya se está en el medio cruce del río Rubicón, si hay o no vuelta atrás.

Yo no soy vengativo, pero no sé si he cambiado y él sí es vengativo, pero tampoco sé si ha cambiado.

¿Se cruzará o no el Rubicón?

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