Elevando oraciones para que la cosecha de peces sea cada día mejor, unos 30 pescadores de La Playita de Bique, entre ellos parientes, compañeros y amigos del desaparecido José Castillo, ya resignados y con el temple de siempre, se han ido echando al agua con sus botes.
Todavía muy tristes y con el corazón roto por la irreparable pérdida de José, estos hombres de mar viajan ataviados de alimentos, lámparas, luces de bengala y combustible.
Rezan por Castillo
Heydi Murillo, compañera de José Zurita, quien junto a Eduardo Herrera vivieron el aciago momento cuando Castillo perdió la vida, confiesa que en las 160 casas del caserío de La Playita de Bique, en donde residen sus 600 pobladores, se reza todos los días por el alma, al tiempo que suplican porque se haga justicia.
Las expresiones de Heydi Murillo surgen porque minutos antes había recibido una llamada de su marido José Zurita desde mar adentro, le informaba que había mucha resaca, mucha brisa, por lo que la pesca no estaba buena, pero que tenían fe en Dios de que mejoraría antes de emprender el retorno a casa.
Entre vicisitudes
Esas noticias son normales, la pesca artesanal es incierta, hay días muy buenos y malos. Lo importante es salir a buscarla y casi siempre obtenemos lo que queremos y esperamos, manifestó Murillo con su mirada oteando el horizonte.
Y como es un tema obligado, indagamos sobre lo que esperan los residentes del caso del 8 de agosto en el que falleció José Castillo, la tristeza arropa el rostro de Irma Reina, esposa de otro pescador, quien manifestó escuetamente: después de la reconstrucción del caso, nos sentimos optimistas en que se hará justicia, al tiempo que solicitó más apoyo para los pescadores del lugar, para quienes solicitó acceso al crédito, y un subsidio para los que realizan esa difícil tarea, y para una niña que le sobrevive a José, el compañero fallecido.
La Playita de Bique, aunque tiene un hijo ausente, revive en cada amanecer y duerme en los atardeceres. Ya no como hace tres meses cuando perdió a José Castillo, porque encontraron en la brega diaria, el acicate para continuar la vida.
Estas familias de pescadores en la costa pacífica panameña hace mucho tiempo aprendieron que no deben esperar que del cielo les caiga el maná.