Yanitse García lleva tres décadas explicándole a la gente cómo se pronuncia o escribe su nombre, así que cuando su primogénita nació hace tres años decidió ahorrarle confusiones futuras: le puso un sencillo y elegante Olivia.
Lo que me gustó de Olivia es precisamente que no iba a pasar trabajo, sirve para español e inglés y nadie lo va a escribir mal, dijo García, una licenciada en lenguas extranjeras de 32 años.
García forma parte de lo que en Cuba se llama popularmente la generación Y, conformada por miles y miles de isleños cuyos padres rompieron la tradición de santoral y de repetir los viejos apelativos --a partir de la década de los 60-- inventando nombres que van desde los inspirados en los rusos Yuri o Yevgeny hasta llegar a los excéntricos como Yotuel, una invención que junta los pronombres yo, tu, él.
Pero al parecer los cubanos están volviendo en estos años a los apelativos sobrios como Alejandro y Daniela, dejando de lado el fervor por los Yhojayla, Yeisker, Yoleissi, Yuniesky, Yadinnis, Yilka, Yiliannes, Yonersi o Yudeisi. Lo de la Y fue toda una fiebre, un boom. Creo que comenzó a partir de la influencia de lo soviético con los Yuri, comentó el sociolingüista Carlos Paz.