Calle 7 es el game show más importante de la televisión local. Eso es un hecho, aunque algunos no lo quieran aceptar y otros hayamos pasado de fanáticos a detractores de esa propuesta.
Desde su primera temporada se convirtió en un fenómeno que movía en cada una de sus finales a cientos de seguidores con un solo fin: apoyar a su equipo amarillo o rojo. Tan fenómeno fue que encendía pantalla Telemetro, derribó a la jueza Ana María Polo y su competencia tuvo que pautar una propuesta vespertina similar para competirles.
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Obvio, como pasa en este tipo de formatos, algunos de los participantes generaban empatía en las audiencias y otros una indiscutible antipatía. Ambos, antipáticos y empáticos usaron ese sentimiento generado en las audiencias para "figurar" en redes sociales, hacer ruidos innecesarios y fueron seducidos por esa peste que genera la popularidad: creerse famosos y estar envueltos no todos- en pereques, problemas de sábanas, infidelidades y hasta problemas de pensión alimenticia.
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En eso la producción convirtió a Calle 7. De ser una fábrica de talentos con altos estándares de disciplina deportiva a una fábrica de chismes, escándalos y pereques de mal gusto. Todo muy burdo.
A pesar de lo arriba expuesto, las finales de Calle 7 eran imperdibles. Pueda que los shows diarios fueran un asco, pero las finales eran cardiacas. No había forma de no sintonizarlas por la calidad de producción como un todo. Las audiencias los apoyaban agotando las entradas a su final y obteniendo importantes puntos de rating en el prime time. La producción se encargaba de ofrecernos un show jamás antes visto en una propuesta nacional y no escatimaban ni en recurso humano ni en tecnología ni en infraestructura para las competencias donde el que ganaba, de verdad, se tenía que joder para alzarse con el trofeo y con el premio en efectivo.
Lo que nos ofreció Calle 7 en su última final de temporada fue realmente lamentable. Sí es aplaudible que hayan refrescado a sus talentos y que les dieran la oportunidad a nuevos "personajes", pero su final fue ripi-ripi en producción si se le compara con las anteriores. Se vio pobre, como producida con pocos recursos, con una competencia sin estructuras realmente impresionantes que uno en casa dijera "wao", el o la que lo logre es un crack. Súmele a ello que los participantes finalistas, ninguno de los cuatro, movían realmente masas de su audiencia cautiva y el resultado fue una final ni fu ni fa. Una final que pasó sin pena ni gloria. Sin un mercadeo que contagiara a las audiencias cautivas o no. Esa no es una final que merece Calle 7. ¡No lo es!
No lo es porque en televisión y para un show de este tipo, la final debe ser tan buena, tan completa, tan difícil y tan competitiva que las audiencias vibremos al sintonizarlo. Sobran ejemplos de televisión internacional que están demostrando que este tipo de formatos enciende pantallas, mueve las redes, controla las audiencias y sus finales son consumidas por miles de seguidores o no seguidores. En esta lo lamento, ni los presentadores contagiaban ni transmitían esa adrenalina necesaria para un conductor de este formato y más en su final y esa es la mejor prueba de que fue una final ripi-ripi porque si hay algo que tiene Calle 7 son presentadores que han demostrado el ritmo que este tipo de shpw requiere. Las finales de estos formatos son finales que se tienen que ver por buenas y la de la semana pasada estuvo lejos, muy lejos de ser una final imperdible. ¡Cuidado!
Ayer inició la nueva temporada, denominada "la revancha" y con ella regresaron varios de los talentos de este proyecto que han sido muy competitivos, pero también algunos de los más nuevos participantes y esto es bueno porque, por un lado, sostienen y amarran una audiencia de seguidores ya cautiva de ciertos participantes conocidos, pero también, captan los seguidores de los más "nuevos" que precisamente por nuevos están construyendo una fanaticada.
El reto de los participantes y de la producción de Calle 7 es regresar a su esencia y así sostener una audiencia que le sume a la pantalla. Tiene el reto de reivindicarse con una final de altura y demostrar el por qué han podido sostenerse por tantas temporadas seguidas al aire. Que la gente no dude que es competencia de verdad. La final pasada dejó muchas dudas de ser una competencia de alto rendimiento y visualmente para televisión no impresionó. Ni un poquito.
Solo ayer iniciaron la nueva temporada. Están a tiempo de hacerlo bien. Vuelvan a ser un show de atletas de alta resistencia y dejen por fuera y si es posible, 7 calles bien lejos del show- a los que usan esa plataforma para ventilar su muy polémica forma de llevar la vida. Eso, créanme, les interesa a muy pocos o a 7 gatos.
Se vio pobre, como producida con pocos recursos, con una competencia sin estructuras realmente impresionantes que uno en casa dijera "wao"...