PANAMA/AP
Veinticinco años después de su derrocamiento por una invasión estadounidense, Manuel Antonio Noriega languidece en una cárcel, mayormente olvidado, mientras el país atraviesa por un período de prosperidad y democracia. Y su calvario legal no ha terminado.
A los 80 años y de salud frágil tras pasar 25 años entre rejas, el ex dictador encara otros tres juicios por la desaparición de opositores en Panamá.
Es previsible que termine su existencia preso: si bien ya cumplió una condena reducida de 20 años en Estados Unidos por narcotráfico y otra abreviada de un año y medio en Francia por blanqueo de capitales, aún tiene por delante 17 años de una condena a 20 por homicidio en Panamá, sin contar los procesos pendientes.
Noriega no ha conseguido que se le permita cumplir su condena en su casa, algo que queda a discreción de los jueces cuando un reo tiene 75 años o más.
"Es el único preso de más 80 años en Panamá'', cuestionó uno de los abogados defensores del ex gobernante Ezra Ángel, en una entrevista con The Associated Press el jueves. "No sé si aquí hay un temor de pasar a la historia como la persona que dejó en libertad a Noriega''.
Si pudiese salir, Noriega vería un país muy distinto al que gobernó con mano de hierro, en el que ya se han sucedido seis gobiernos democráticos.
Panamá es hoy el país con el más rápido crecimiento económico de América Latina -un promedio de 8,0%-- producto de un boom inmobiliario, la construcción de megaobras y la llegada de millares de dólares en inversión extranjera.
El desempleo y la pobreza que hace 25 años se ubicaba en 16,3% y más del 40%, respectivamente, bajaron en años recientes a 4,0% y 26%.
A Noriega se le llevó directamente a la cárcel en Panamá al ser repatriado por Francia en diciembre del 2011 para que purgara dos condenas separadas por el asesinato del médico y guerrillero opositor Hugo Spadafora en 1985 y del líder de una asonada golpista, el mayor Moisés Giroldi, en 1989.
El ex hombre fuerte también había sido condenado por la masacre de un grupo de militares, incluyendo a Giroldi, que participó en esa rebelión.
Noriega debe responder además ante la justicia por el homicidio del líder opositor comunitario Heliodoro Portugal y por las desapariciones del soldado panameño-estadounidense Everett Clayton y el cabo retirado de la policía Luis Antonio Morales Quiroz, hechos registrados entre 1968 y 1970, justo al comienzo del régimen militar, que terminó precisamente con la expulsión de Noriega en 1989.
A Noriega se le señala en la desaparición de Clayton y Morales Quiroz porque en el momento en que ocurrieron esos casos era jefe del cuartel de la provincia occidental de Chiriquí, donde tuvieron lugar los hechos. En el caso de Portugal, se le acusa de haber dado la orden de captura del opositor en un café de la capital del país, en ese entonces ya como flamante jefe del temible aparato de inteligencia de la Guardia Nacional.
``Noriega y los demás militares acusados deben pagar por la muerte de mi padre'', dijo Patria Portugal, quien llevó el caso ante tribunales internacionales y logró una condena contra el Estado panameño años después de la invasión.
Tiempo después de la caída de Noriega, los restos de Portugal fueron encontrados en un antiguo cuartel militar en la periferia capitalina e identificados posteriormente.
Los restos de Clayton y Morales Quiroz no han sido hallados, al igual que los de otro centenar de desaparecidos durante el pasado régimen castrense panameño de 21 años.
Ángel dijo que Noriega es un tipo fuerte espiritualmente y que en la celda se la pasa repasando la Biblia, además de que recibe visitas ocasionales de líderes religiosos locales y extranjeros.
La única vez que se lo vio claramente desde su retorno fue cuando llegó en horas de la noche hace tres años a la cárcel El Renacer, a unos 30 kilómetros al norte de la capital, en que apareció en una silla de ruedas auxiliado por custodios.
Noriega ha sido hospitalizado al menos en dos ocasiones desde su repatriación por problemas hipertensivos y bronquiales, en tanto que es sometido a revisiones regulares. Tiene un tumor cerebral benigno y posiblemente sufre una complicación coronaria, dijo uno de sus médicos particulares Eduardo Reyes a la AP.
El ex gobernante sufrió dos derrames cerebrales mientras estuvo recluido en Estados Unidos, recordó el galeno.
El presidente Juan Carlos Varela, el sexto líder panameño elegido democráticamente tras la invasión, asistirá temprano el sábado a una romería y misa en el cementerio Jardín de Paz en la capital, donde fueron enterrados cerca de un centenar de los fallecidos en la invasión, entre civiles y militares.
Como en anteriores aniversarios, el gobierno decretó día de reflexión nacional.
De acuerdo con cifras oficiales, 314 soldados y 200 civiles panameños fallecieron, mientras que por el lado estadounidense se contabilizó la baja de 23 soldados. Organismos de derechos humanos locales estimaron la cifra de muertos panameños en más de un millar.
El barrio El Chorrillo, bastión de Noriega que fue destruido por los bombardeos de los invasores, fue reconstruido con edificios de concreto multifamiliares y la zona del antiguo cuartel del dictador se transformó en un parque de diversión familiar.
Sus residentes recuerdan el bombardeo y los numerosos muertos en las calles en medio del barrio en llamas, pero no parecen abrigar rencores hacia la figura de Noriega y se quejan más por los problemas cotidianos de miseria y de cruda delincuencia pandillera.
"Ya este hombre está viejo y ha pagado más de 20 años de cárcel. ¿Qué peligro puede representar en este momento?'', señaló a la AP el chorrillero José Rivas, un mecánico de bicicleta de 61 años. "Lo que nos preocupa es la vida aquí (en el barrio), donde domina la ley del revolver''.
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