Para llegar a ser un Mariano Rivera, no solo bastó la disciplina y el coraje.
También fueron necesarios buenos entrenadores, buenos directivos de clubes o ligas de barrio, buenos consejeros, buenos amigos y, sobre todo, nada de roscas.
El talento privó y Mariano Rivera, ese que ayer nos llenó de orgullo a todos los panameños, pudo lograr sus sueños porque hubo gente honesta que confió en su talento y supo empujarlo.





