Los centros comerciales dictan los destinos del vestido, indican cómo y qué atuendos llevar. Basta una cascada de anuncios comerciales, la imagen de la modelo en paños menores, para que hordas enteras de jóvenes abarroten las tiendas tras los trapos más insulsos.
La ropa que se luce refleja nuestros estados de ánimo: alegría, pena, euforia, ansiedad... Cuando una persona está enamorada se nota en detalles, se pule en su arreglo personal. Se nota el cambio, antes era algo descuidada, ahora se arregla. De entrada imitamos lo que, de un modo más o menos consciente, ambicionamos ser.