Los mayores placeres de la vida son, a menudo, los más simples: recordar las travesuras de la infancia, cenar con amigos y familiares, planificar las vacaciones, conocer lugares nuevos, o simplemente disfrutar de una tarde soleada. Mientras tanto, en todo el mundo, la enfermedad del Alzheimer le ha quitado los recuerdos a más de 50 millones de personas alrededor del mundo, y se espera que para el 2030, se los arrebate a 76 millones.
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Según la Organización Mundial de la Salud, una persona es diagnosticada cada 4 segundos, lo que convierte al Alzheimer en la más común de las demencias y en uno de los más grandes problemas de salud pública en la actualidad. En el caso de Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Guatemala se estima que 108.000 personas viven con la enfermedad.
El Alzheimer es una enfermedad cerebral progresiva, caracterizada por una disminución de la memoria, afectación del lenguaje y otras habilidades de pensamiento, así como cambios en el estado de ánimo y el comportamiento. Su avance puede ser gradual o rápido, pero los pacientes, inevitablemente, pierden la memoria, la capacidad de pensar, planificar y reconocer incluso a los más cercanos a ellos. En la mayoría de los casos aparece en edades de más de 65 años; sin embargo, puede presentarse de los 30 a los 64 años (5% de los casos).
Los cambios biológicos asociados a esta enfermedad ocurren hasta 20 años antes del inicio de los síntomas típicos iniciales, por lo que los pacientes pueden pasar mucho tiempo entre citas y pruebas médicas antes de contar con un diagnóstico certero. Hoy, la ciencia y la tecnología evolucionan para comprender los síntomas, la afectación del cerebro, el diagnóstico temprano y el tratamiento oportuno del Alzheimer, a través de los biomarcadores (abreviación de marcadores biológicos).
Un biomarcador es una sustancia que se puede medir o un evento físico que se correlaciona con la salud, la enfermedad o el tratamiento farmacológico. En el caso del Alzheimer, actualmente se conoce que dos proteínas que se desarrollan en el cerebro, los "beta-amiloides" y los "ovillos de tau”, son los principales biomarcadores que respaldan el diagnóstico y evolución de la enfermedad.
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En un cerebro sano, los beta-amiloides se descomponen y eliminan; en una persona con Alzheimer, se agrupan y forman placas duras e insolubles. Mientras, los ovillos de tau transportan nutrientes y otras sustancias importantes de una célula nerviosa a otra; con el Alzheimer, la proteína es anormal e inestable. En ambos casos, gradualmente matan a las células cerebrales.
En este sentido, la existencia de placas de proteína beta-amiloide u ovillos tau puede proporcionar a los médicos información fundamental para ayudarlos a realizar un diagnóstico más rápido y preciso. Su exploración se realiza a través de pruebas de líquido cefalorraquídeo (LCR) o escaneo cerebral, las cuales permiten identificar si existe acumulación de las proteínas y tomar las decisiones de seguimiento y tratamiento.
Actualmente, se están investigando otros biomarcadores, incluidos los de origen sanguíneo, que permitirían a los médicos, del entorno de atención primaria, determinar si el Alzheimer podría ser la causa de los síntomas que presenta el paciente y transferirlo a atención especializada para realizar más pruebas con el fin de confirmar un diagnóstico.
Una de las prioridades para los científicos es desarrollar análisis de sangre más rápidos, menos invasivos y ampliamente accesibles para medir estos biomarcadores y respaldar la detección del Alzheimer antes de que aparezcan los síntomas.